En esta propuesta el artista presenta un entramado de color azul, que sirve de fondo a las imágenes oníricas en que ha convertido a los animales de su infancia. Esto remite al espectador a un bestiario que destaca con matices de ocre, en el cual sobresalen el siena y el amarillo sobre diversos tonos de azul cobalto que insinúan imágenes que configuran el entorno.

Existe equilibrio en la composición pictórica de esta obra que presenta el pintor: Como propuestas principales el color y la imagen, sin olvidar la textura. Sus imágenes forman un rectángulo de colores cálidos que impiden desviar la mirada, la cual lleva directamente al centro del cuadro a través de la imagen lunar que destaca como centro secundario, y que por la atinada utilización de un color frio, para nada atenta contra el icónico bestiario que parece danzar a su alrededor, y que de alguna manera comunica al observador con las raíces primordiales